Desde los primero momentos de nuestras vidas somos un conjunto de sentimientos en estado físico. Estamos muy equivocados cuando afirmamos que tenemos sentimientos. No es cierto. Lo correcto sería decir que los sentimientos son los que se apoderan de nosotros.
El ser humano tiene demasiado arraigado el sentido de la posesión. No tenemos frío, no tenemos hambre, no tenemos miedos; sentimos frío, sentimos hambre, sentimos miedo. Estas sensaciones se apoderan de nosotros y se convierten en sentimientos.
Vivimos en una sociedad en la que cada vez es más extraño demostrar y hablar de sentimientos. Estamos demasiado ocupados en nuestros quehaceres y problemas del día a día para pararnos a prestar atención a lo que siente la persona que tenemos a nuestro lado.
Es un hecho que nuestra memoria guarda momentos debido a los sentimientos que nos han producido.
Recordamos perfectamente cuando nos dieron el primer beso; en cambio tenemos que hacer un esfuerzo para recordar cuánto nos costó el vestido que nos habíamos comprado para la cita del primer beso.
El demostrar los sentimientos es algo necesario y hoy en día muy escaso. No perdemos nada al decirle a alguien que le queremos y en cambio la recompensa es muy grande para el que lo dice y para el que lo escucha.
Somos afortunados al ser poseedores de un cuerpo con el que podemos demostrar lo que sentimos. Sintamos más, besemos más, abracémonos más. Sigamos llenando nuestra memoria de momentos que realmente merecen la pena recordar, momento únicos que no se repetirán.
Somos puro sentimiento. Tan solo tenemos que darnos cuenta de ello.
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