Rompí toda las cartas
que nunca me escribiste,
aquellas que nunca mancharon con tinta
todas mis ilusiones,
todas las cartas que jamás
llenaron mi buzón.
Rompí todas las cartas
nunca escritas
para no tener que leerlas,
imaginarlas,
soñarlas.
Para no acudir más al buzón
y así comprobar que nunca,
nunca,
tu puño escribirá mi nombre
en un membrete.
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