sábado, 26 de noviembre de 2016

VIOLENCIA DE GÉNERO


* Esta sopa está fría, para una cosa que tienes que hacer, vas y la haces mal.
- No valgo para nada.
* Se busca camarera joven y de buen ver.
- Soy un producto que vende.
* Empieza la operación bikini.
- Mi cuerpo no es perfecto.
* Indispensables zapatos de tacón alto.
- Calvario.
* Cállate que tú no sabes de eso.
- Perdón, ya me callo.
* Nunca has dado un palo al agua, eres una mantenida y lo serás toda tu vida.
- Sometimiento.
* Cuando llego a casa del trabajo quiero todo en orden ¿es tan difícil entender eso?
- Miedo.
* ¿Qué coño te pasa ahora? ya estás con la regla ¿no?
- Tristeza.
* Estoy agotado, los clientes son insoportables. ¡Cómo me gustaría estar todo el día en casa sin hacer nada como tú!
- Culpa.
* Cariño, para tu cumpleaños te voy a regalar una plancha nueva.
- Rabia
* O mía o de nadie.
- Posesión.
* Quien bien te quiere te hará llorar.
- ¡Noooooo!

No son puños,
ni manos que golpean.
Son sólo palabras.
No hay sangre,
ni golpes en la cara,
no hay heridas
ni motivo para acudir a urgencias.
Pero duele, 
duele el alma, 
el orgullo.
Es violencia invisible,
tolerada,
a veces aplaudida.
 Es violencia que día a día
socava el alma. 
Son palabras que buscan respeto
y encuentran miedo,
rechazo,
marginación.
No las toleréis
y, sobre todo,
nunca os calléis.
Y, muy a menudo,
demasiado a menudo,
detrás de las palabras viene la muerte.
Jueces que niegan órdenes de alejamiento,
jueces que firman levantamiento de cadáveres,
jueces que dan custodias a verdugos.
Hombres que primero matan y después mueren,
hombres que ejecutan a sus mujeres,
a sus objetos,
a sus posesiones.
Países en los que el castigo a los violadores es poseer a su víctima,
en los que la ultrajada es fustigada y ajusticiada,
en los que las niñas en lugar de muñecas tienen hijos,
países en los que sus esposos podrían ser sus abuelos,
en los que disfrutar del placer sexual es sólo cosa de hombres...

Mujeres que mueren,
que sufren,
que viven en el terror
por el único hecho de haber nacido mujeres.
©

FUI YO


  Hola, te hablo a ti, que ya no estás. O eras tú o era yo y por una vez elegí ser yo.
  Aquí, en este sitio, tengo mucho tiempo para pensar.
  Me acuerdo de aquellos maquillajes que tú pagabas sin rechistar. Ahora entiendo que también eran para ti, para tapar tus actos, tus culpas; para borrar tus remordimientos que solamente duraban un día o dos.
  Recuerdo que nuestros amigos, tus amigos (porque de los míos me tuve que distanciar, no te gustaban) nos veían como la pareja perfecta: tú siempre de punta en blanco, con tu camisa pulcramente planchada y la raya de los pantalones desfilada con regla; yo, muy femenina, siempre pendiente de ti y maquillada, muy maquillada. Siempre maquillada.
  Recuerdo que enseguida aprendí a dejar que tú tomases la iniciativa en la cama; lo contrario era de putas y yo era la perfecta esposa. También aprendí a tragarme mis desganas para que tú te sintieras más hombre, más macho.
  Y lo que más recuerdo es el miedo, el pánico, el terror. Ése que sentía al oír la llave de la cerradura de la puerta de nuestra casa. Repasaba mentalmente cualquier detalle que se me hubiera podido pasar y que hiciera saltar la chispa: sus zapatillas están en su sitio, la mesa a punto para cenar, el mando de la tele en su lado del sofá... ¡Ayyy! ¡No! Se me olvidó doblar la toalla en tres. Espero que no se dé cuenta.
   Pienso, pienso... Pienso y recuerdo. Y siento. Miro mis manos y no me arrepiento.
   No sé cómo llegó aquel cuchillo a mis manos. Tenía los sentidos nublados de tantos golpes. Mis ojos ya casi no podían verte de hinchados que estaban.
   Eras tú o era yo. Y fui yo.
   ¡Qué fácil hubiera sido doblar la toalla en tres!
   Dicen que estoy presa. Legalmente estoy presa pero nunca me he sentido más libre.
©