domingo, 18 de marzo de 2012

LA SOLEDAD RELATIVA

   Cuatro de la madrugada. Silencio absoluto en el exterior. En mi interior no paro de oír voces, ideas, pensamientos, sensaciones, canciones, melodías, conversaciones pasadas y pendientes. Momentos en los que algo me empuja a escribir, bien o mal, pero a hacerlo. Escribir cosas que nunca diría con mi voz. Y no lo haría, no por reparo o miedo a hacer el ridículo, si no porque nunca se presenta la oportunidad de poder hacerlo. Disfruto de estos momento de soledad relativa, de confidencias con nadie, de conversaciones mudas. Y pongo música, canciones que me gustan y que nunca me cansaré de escuchar. Y pienso en mi familia, en los que están y también en los que faltan. Y pienso en mis amigo, mis viejos amigo que siempre han estado ahí. Y me disperso y me permito el lujo de soñar un poquito. Y en mis sueños despiertos hago cosas que jamás haría o que nunca tuve la oportunidad de hacer. Y en mis sueños soy una persona más valiente, más perfecta.  Pero después de los sueños llegan los despertares y todo vuelve a su lugar. Y yo sigo aquí sentada y me doy cuenta de lo afortunada que soy de tener a la persona que está a mi lado, de la vida que tengo, de mi familia, de mis amigos. Y soy muy afortunada de poder disfrutar de estos momentos de soledad relativa que me llevan a donde quiero y de donde puedo regresar cuando quiero.

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