Saboreó los últimos posos del amor
queriéndolo retener un poco más.
Exprimiendo el resto de su pasión
recordó el primer sorbo sin pudor
dividida entre alegría y nostalgia.
Y retrocedió en su ahora fugaz vida
evocando cada latido, cada caricia.
Pero detener el tiempo fue inútil
pues cada recuerdo era puñal
y cada instante un paso banal.
Volvió taciturna a su presente
saboreando cada poso lentamente
para así matar el recuerdo
de aquel capricho pasajero.
Solo queremos que nos quieran, así de simple. Y haríamos cualquier cosa por conseguirlo, salvo dejarnos querer... Suerte, amiga mía.
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