¿Por qué no dices nada? ¿Por qué te quedas ahí, en silencio, mirándome? Prefiero que me insultes o que te vayas, pero este silencio me hiere más que un puñal. Conozco cada una de las palabras que te estás callando y es más insoportable imaginarlas que oírlas de tus labios. Habla, dime algo, aunque sea una mentira, pero algo, al fin. No dejes que mi cabeza siga imaginando todo lo que tienes guardado porque así es como empiezan las pesadillas que me atormentan por las noches. Así es como la tristeza se apodera de mi cuerpo en las horas oscuras que permanezco despierta. Y tú, ahí, callado, mirándome, como si estuvieras examinando mi alma, como si estuvieras apoderándote del poco sosiego que aun me queda. Dime algo. Dime, aunque solo sea, adiós.
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