Explícame lo que sientes, pero no con palabras. No. Porque lo importante se explica con la boca cerrada, y con el alama abierta. Tus manos pueden contarme tantas cosas... Pueden narrarle a mi cuerpo todas las aventuras que soñaste vivir sobre terrenos desconocidos haciendo travesía a lo largo de él. Cuéntame con la mirada lo que las palabras nunca podrán decir y, al mismo tiempo, empápala del paisaje que más deseas. Tus labios son expertos oradores en la teoría de la ternura. Utilízalos para que pueda entender dónde se une la línea del cariño y el deseo.
Explícame sin palabras todo aquello que, cuando cierro los ojos, no dejo de imaginar.
Yo, atenderé tus explicaciones con el alma y con el cuerpo.
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