Sus ojos se encontraron
para dar rienda al deseo,
para desahogar sus instintos
que tanto habían contenido.
El primer beso fue fugaz,
un roce que casi ni percibieron,
temiendo quemar sus labios,
temiendo parecer fríos.
Sus manos clamaban por piel,
temblando con sólo tocarse,
sedientas de sentir el tacto
del cuerpo que ahora estaba allí.
Las ganas guiaban sus caricias,
disfrutando de cada rincón
que el otro ahora ofrecía
para aumentar más su placer.
Yaciendo juntos despertaron
todos los sueños pasados,
que sin el otro habían tenido
sobre un solitario colchón.
que sin el otro habían tenido
sobre un solitario colchón.
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