Aquellas manos, sus manos, comenzaron a moldear aquellas curvas perfectas que le invitaban a viajar. El camino era cálido terciopelo que facilitaba la ruta hacia el sur. Aquellas manos saboreaban minuciosamente la textura de los montes que culminaba entre jadeos haciendo la travesía una carrera hacia la meta de los sentidos. De vez en cuando, se detenían en simas con las que entretenía sus ganas. Esas eran las armas que tenía para demostrarle todo lo que sentía, visitando todos los rincones de su existencia para conquistar la total entrega del paraíso que tanto anhelaba.
©
No hay comentarios:
Publicar un comentario