sábado, 26 de noviembre de 2016

FUI YO


  Hola, te hablo a ti, que ya no estás. O eras tú o era yo y por una vez elegí ser yo.
  Aquí, en este sitio, tengo mucho tiempo para pensar.
  Me acuerdo de aquellos maquillajes que tú pagabas sin rechistar. Ahora entiendo que también eran para ti, para tapar tus actos, tus culpas; para borrar tus remordimientos que solamente duraban un día o dos.
  Recuerdo que nuestros amigos, tus amigos (porque de los míos me tuve que distanciar, no te gustaban) nos veían como la pareja perfecta: tú siempre de punta en blanco, con tu camisa pulcramente planchada y la raya de los pantalones desfilada con regla; yo, muy femenina, siempre pendiente de ti y maquillada, muy maquillada. Siempre maquillada.
  Recuerdo que enseguida aprendí a dejar que tú tomases la iniciativa en la cama; lo contrario era de putas y yo era la perfecta esposa. También aprendí a tragarme mis desganas para que tú te sintieras más hombre, más macho.
  Y lo que más recuerdo es el miedo, el pánico, el terror. Ése que sentía al oír la llave de la cerradura de la puerta de nuestra casa. Repasaba mentalmente cualquier detalle que se me hubiera podido pasar y que hiciera saltar la chispa: sus zapatillas están en su sitio, la mesa a punto para cenar, el mando de la tele en su lado del sofá... ¡Ayyy! ¡No! Se me olvidó doblar la toalla en tres. Espero que no se dé cuenta.
   Pienso, pienso... Pienso y recuerdo. Y siento. Miro mis manos y no me arrepiento.
   No sé cómo llegó aquel cuchillo a mis manos. Tenía los sentidos nublados de tantos golpes. Mis ojos ya casi no podían verte de hinchados que estaban.
   Eras tú o era yo. Y fui yo.
   ¡Qué fácil hubiera sido doblar la toalla en tres!
   Dicen que estoy presa. Legalmente estoy presa pero nunca me he sentido más libre.
©

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