Y llegó sin pedir permiso,
llegó sin avisar a su vida.
Se instaló para quedarse
decorándola con sonrisas,
pintando su alma de ilusiones,
borrando tristezas
y tapizando su vida con ternura.
Y ella se dejó.
Se dejó querer como nunca,
aprovechó cada palabra,
cada caricia,
cada ilusión realizada.
Se dejó llevar por sus ganas,
por sus deseos más profundos,
por sus ansias escondidas.
El tiempo no contaba,
se dejó al momento presente,
sin recordar el pasado,
sin esperar el futuro.
Simplemente...
se dejó llevar.
Silencio.
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