No sé cuándo dejé de mirar el teléfono esperando su llamada,
ni qué día me desperté sin un pensamiento hacia él.
No me acuerdo cuándo dejó de ser aquel sueño que tenía cada noche,
ni la última vez que recordé su voz.
Pero sigo aquí, escribiendo,
como si todo siguiera igual.
Quizás sea porque, aunque las heridas curen,
al hacerlo, cicatrizan
y quedan marcadas por siempre en la piel.
Pero las cicatrices no duelen,
ni siquiera las sientes.
Simplemente quedan en ti como parte de tu pasado.
No sé hasta cuándo se hará visible esa cicatriz,
si se difuminará con el paso del tiempo hasta confundirse con otras marcas de la vida.
De momento sigo aquí, escribiendo,
como si nada hubiera cambiado,
pero sin dolor,
viendo mis marcas como quien contempla una escena ajena.
©
No hay comentarios:
Publicar un comentario